Pasajeros al tren

Recuerdo que uno de los rituales imprescindibles de cumplir 18 años era apuntarse a una autoescuela. Yo también lo hice, aunque no me saqué el carné de conducir hasta tres o cuatro años después. Aprobé el teórico por azar y tuve mucha suerte porque, al hacer el práctico, mi examinador tenía prisa y decidió aprobarme después de diez minutos de conducción por las avenidas más anchas de la ciudad. No hice maniobras, ni siquiera tuve que aparcar. A mí sí que me dieron el carnet en una tómbola.

Y ahí tengo mi cartulina rosa, arrugándose en la cartera. No me gusta conducir. Pero nunca he necesitado coche. Siempre hay un tren que te lleve a donde quieras ir. Y si no hay tren, hay autobúes. Y si no, siempre puedes recurrir a un amigo que tenga coche y buena conversación.

Y si el chofer se parece a Stuart Townsend, mejor que mejor.



Un beso, anónimo lector.

PD: Me he dado cuenta de que, al hablar del cine argentino, me olvide de mencionar a directores como Alejandro Agresti ("El viento se llevo lo que"), Eduardo Mignona ("Sol de otoño") o Fabián Bielinsky ("Nueve Reinas"). Y seguro que aun me dejo algún nombre.