Atreverse

Esta mañana me hubiera quedado en la cama, calentito, envuelto en mi colcha. No me apetecía nada venir a trabajar. Cuando he salido del metro, llovía. La calefacción en la oficina no funciona bien del todo, ahora mismo estoy helado.

En el metro me he puesto a pensar en que pasaría si un día no apareciera en el trabajo, sin avisar. Estoy seguro de que la empresa no se iba a hundir sin mí. Puede que incluso el jefe ni se diera cuenta de que no estaba por ahí. En todo caso, me llamaría a media mañana al ver la mesa vacía y el ordenador apagado y yo me inventaría alguna excusa, una enfermedad, una muerte repentina. No creo que me fuera a despedir por algo así. Esto no es el colegio, aunque a veces lo parezca.

A veces dan ganas de escaparse. Mi oficina tiene una ventana y desde ella veo como llueve sobre esta ciudad gris. Y con este frío me dan ganas de cogerme un avión e irme a un sitio calido y soleado. ¿Hawai? ¿California? San Francisco debe de ser una bonita ciudad.



Ya basta de soñar. Un beso, anónimo lector.