RUTINAS DE GIMNASIO

Ya he hablado en otras ocasiones de mi gimnasio. Creo que el único heterosexual que he visto en la sala de pesas ha sido a Santiago Segura, el mismo Torrente en carne y hueso. Cuando estoy pedaleando en la bicicleta estática, me sorprende lo bien vestidos que van casi todos: repeinados, ropa deportiva de marca, camisetas de tirantes bien prietas, zapatillas impolutas. Con mi pantalón corto de Todo a 100, mis viejas camisetas holgadas y mis zapatillas Kelme de toda la vida, a veces tengo la impresión de que llamo la atención.

También llamo la atención porque, en realidad, me pregunto yo para que van todos al gimnasio si ya están cachas, musculados o fibrados. El gimnasio debería estar lleno de gente como yo, normalitos, gordos, enclenques. Pero no, eso parece el plató de "Noche de Fiesta" cuando hacían los desfiles de ropa interior. Y si ellos y yo hacemos los mismos ejercicios, ¿por qué no tenemos los mismos cuerpos? Vale, ellos van todos los días y yo me dejo caer de vez en cuando. Y seguro que ellos no se van a cenar al McDonalds al salir del gimnasio. Me consuelo pensando que yo soy más feliz, o por lo menos, que no dependo tanto de mi físico para sentirme bien.

Aunque, siendo sinceros, no me importaría tener un cuerpo como para salir en una de las ilustraciones de Joe Phillips. Puede ser un buen propósito para el Año Nuevo... uno de estos que no se cumplen.



Un (vigoréxico) beso, anónimo lector.